La fauna silvestre, entre ella la cinegética, no está exenta del riesgo de exponerse a los contaminantes ambientales que generamos los humanos. Las especies que habitan ambientes agrícolas, como las perdices, están muy directamente expuestas a plaguicidas. Estos productos son cada vez más usados en la agricultura y algunas aplicaciones, como el blindaje de la semilla de siembra, provocan que las aves estén expuestas a través del alimento a sustancias tóxicas, causándoles graves trastornos neurológicos y reproductivos.
También la caza genera una importante contaminación por el plomo de la munición disparada, que contamina los suelos o la carne de los animales malheridos por disparo. Este plomo llega a causar mortalidades en aves granívoras que ingieren los perdigones por confusión con partículas de alimento o piedrecillas necesarias para su molleja o en aves rapaces que se alimentan de los animales malheridos. Actualmente existen alternativas menos tóxicas, como son los perdigones de acero y las balas de cobre.
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