Tapiz flamenco con escena de montería que representa la caza de un jabalí. Flandes, finales del s. XVI. (Club del Lanceo Español)
Uno de los hitos más destacables en la historia de la caza fue la incorporación de las armas de fuego portátiles a la actividad cinegética. A partir del siglo XVI asistimos a la transición de las armas blancas a las de fuego, apareciendo el arcabuz como el ingenio de caza por antonomasia. No obstante, el elevado coste de su fabricación significó que solo pudiese ser utilizado por las clases sociales mejor posicionadas, estando destinada a una élite económica y social.
Vista general de arcabuz de caza de rueda con cobija y ánima rayada. Kilian Zelner, 1635. (CML)
Detalle de arcabuz de caza de rueda con cobija y ánima rayada. Kilian Zelner, 1635. (CML)
Proyectiles de plomo. S. XVIII. Convento de las Carmelitas, Campo de Criptana (Ciudad Real). (MCR)
La legislación castellana del siglo XVI fue bastante restrictiva en cuanto al empleo de las armas de fuego.
Con todo, la legislación castellana del siglo XVI fue bastante restrictiva en cuanto a su empleo, existiendo la prohibición de cazar con armas de fuego hasta 1617, tal y como recoge la reglamentación de la época y las actas de las Cortes castellanas. Sin embargo, sí que estaban permitidas otras modalidades de caza como la cetrería, la montería o caza a caballo, el empleo de los galgos o podencos y la ballesta, quedando prohibido, eso sí, el uso de dardos envenenados, la caza “desde Cuaresma hasta San Juan” y la caza de conejos y liebres “en tiempo de nieves”, entre otras disposiciones.
Frente de bargueño decorado con escenas cinegéticas. Finales del s. XIX. (Rectorado UCLM)
Entre las modalidades de caza podría distinguirse, aunque no deforma absoluta, entre un tipo de caza popular, regulada por ordenanzas municipales dirigidas a los vecinos de cada localidad y relativas a la caza menor: perdices, perdigones, codornices, liebres, gazapos y conejos, que eran empleados como complemento económico y parte de la dieta alimentaria; y la caza mayor de ciervos, venados corzos y jabalíes, siendo un recurso muy vigilado y de disfrute exclusivo, preferentemente de la aristocracia, y objeto de monopolios y cotos.
Polvorera austriaca sobre asta de ciervo. S. XVI. (CML)
Cuchillo (con su funda) de la Orden de Santiago. S. XVIII. Convento de las Carmelitas de Campo de Criptana (Ciudad Real). (MCR)
Por otra parte, la aparición de la imprenta a finales del siglo XV propició la proliferación de obras cinegéticas, editándose algunos tratados medievales como los de Alfonso XI o el Infante Juan Manuel, y propiciando la aparición de nuevos textos, no todos impresos en su época. Sirvan de referencia, entre otras, las obras de Gonzalo Argote Molina: «Discurso de la montería»; el «Libro de acetrería y montería» de Juan Vallés (1556), el «Libro de cetrería» de Luis Zapata (1585), los «Diálogos de la montería» de Luis Barahona de Soto (último cuarto del s. XVI), o las célebres obras de Juan Mateos Ballestero: «Origen y dignidad de la caza», que vio la luz en 1634, y el «Arte de ballestería y montería» de Alonso Martínez Espinar (1644).
Fuente:
– Ladero Quesada, M. A. (1980): La caza en la legislación municipal castellana. S. XIII al XVIII; en La España Medieval, vol. 1