Retrato de Serapio Palomino. Óleo sobre lienzo. E. La-Rrochette, 1861. (CAP)
De la subsistencia al ocio.
La caza entre siglos mantiene su carácter histórico precedente y alumbra los nuevos modos que se empezarán a imponer a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Sigue manteniendo un papel fundamental en la alimentación de las gentes del campo. El conejo continúa apareciendo como un soporte proteínico básico junto al resto de piezas como perdiz, liebre o tórtola. Este tipo de caza es ejercido fundamentalmente por los habitantes del campo, aunque en las ciudades, establecimientos populares como las pollerías comerciaban con los excedentes que los cazadores urbanos, principalmente, vendían a los comerciantes. Por tanto, la ecuación caza menor = caza alimenticia se sigue mostrando fundamental en el desarrollo social.
Cuchillo de montería, 1908. Artillería, Fábrica de Armas de Toledo. (CCA)
Chuzo de pastor para defenderse de los lobos. (CAP)
La caza deportiva está mas relacionada con las clases superiores y fundamentalmente unida a la caza mayor, sin desdeñar, claro está, la menor. Los territorios serranos, muy aislados, sin apenas caminos salvo las sendas de leñeros, carboneros, ceperos, alimañeros o de los propios animales, se monteaban organizando expediciones que daban en semanas de caza expedicionaria. Generalmente en los casinos de los pueblos se nombraba un organizador encargado de comprar las viandas, contratar a los auxiliares y a las recuas, decidir la ruta y organizar la recogida de los perros con sus monteros en los cortijos del camino para constituir las rehalas o recovas con “buena cantidad de perros de acreditada fiereza, resistencia y olfato”, literalmente un conjunto de perros de diferentes orígenes, razas y dueños, entre los que el podenco era el mas característico. Todo ello podía comportar un gasto por cazador de 6 a 8 pesetas diarias, como se puede ver en el extraordinario libro Las monterías en Sierra Morena a mediados del siglo XIX, de Pedro de Morales Prieto.
La caza en la Edad Contemporánea.
De la subsistencia al ocio.
La expedición se ponía en marcha hacia la sierra donde se pondría el hato (campamento). Los expedicionarios, o escopetas blancas, a caballo, los auxiliares, podenqueros y escopetas negras, a pie. Estos cazadores de oficio, también llamados cucones por usar el canto del cuco para avisarse en sus correrías de furtivos, se colocaban complementando el número de cazadores para así armar la mancha a batir. Cobraban 5 o 6 reales diarios, un paquete de tabaco picado cada dos días y la manutención, pólvora y balas, teniendo derecho tan solo a las cabezas y las pieles de la caza menuda que mataban. La mayor se repartía entre las escopetas blancas, que al igual que las negras usaban escopetas de antecarga que se cargaban con pólvora por la boca, balas esféricas, a veces anudadas, taco de estopa que se atacaba con una baqueta y pistón en el perrillo percutor. Armas de muy poca precisión aunque generalmente se tiraba muy cerca de las reses. En definitiva, también en la caza, como históricamente hemos visto, se reflejaba con fidelidad la estructura de la sociedad civil contemporánea.
Tablero o trampa para perdices. Finales s. XX. (CGH)
“Allodoliera” o reclamo para la caza de la alondra. (CBC)
Escopeta de pistón con dobles cañones de herradura y sistema Lefaucheux. S. XIX. E. Zuloaga, Éibar. (CML)
Conservación de la Naturaleza y bienestar animal.
Los siglos XIX y XX fueron un periodo marcado por la aparición de nuevas visiones sobre la forma de integrar a la especie humana en la Naturaleza. El uso de recursos naturales de forma insostenible, la destrucción de los ecosistemas y la desaparición de especies llevó ya en la segunda mitad del siglo XIX a la necesidad de empezar a conservar amplias extensiones de territorio que sirviesen de refugio a la biodiversidad que estaba siendo cada vez más acorralada.
En el año 1871 se declara el Parque Nacional de Yellowstone y con el mandato de Theodore Roosevelt, presidente de los EE.UU. entre 1901 y 1909, la conservación de espacios naturales bajo la figura de Parques Nacionales recibe un fuerte impulso. Esta tendencia fue posteriormente seguida en países europeos, entre ellos España, donde Alfonso XIII declara, en 1918, parque nacional el macizo occidental de los Picos de Europa con el nombre de Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
Es en el siglo XX cuando la conservación de las especies animales y vegetales empieza a ser contemplada como una obligación de la sociedad. En 1963, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) crea la Lista Roja de Especies Amenazadas, para desarrollar estrategias para su protección.
Aparecen también movimientos como el ecologismo y el animalismo (en la actualidad ocasionalmente opuestos), y se empieza a alertar sobre los efectos de los contaminantes persistentes en la salud de los animales y de las personas. Más tarde nació la corriente que iguala, en todos los niveles, a la especie humana con el resto de los animales.
El mensaje conservacionista del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente caló en la sociedad española.
Categorías de la UICN sobre el estado de conservación de las especies
Caza IRRACIONAL
La avutarda ha sufrido métodos de caza de lo más estrambóticos a lo largo del siglo XX. La caza mediante una aproximación rápida en moto a los bandos ya parece bastante descabellada, pero la supera la caza con aeroplano que se puso de moda entre los años 20 y 60 en la base aérea de Getafe y que fue recogida por Miguel Delibes en «El libro de la caza menor» (1973). Un sello de 1961 conmemorativo del cincuentenario de la aviación española mostraba este tipo de caza por acoso y derribo de las avutardas que tuvo eco en la prensa británica como una práctica bárbara y cruel.
Desde 1981 la avutarda es una especie protegida.
Desde junio de 1981 la avutarda es una especie protegida, lo que ha llevado a España a tener una de las mejores poblaciones a nivel mundial de esta especie en estado de conservación vulnerable y en declive según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
La avutarda es un ave muy esquiva, que rehuye la presencia de los humanos, posiblemente debido a la presión de caza a la que ha sido sometida históricamente. Cuentan los expertos que a la avutarda se la cazó de mil maneras, mediante métodos furtivos como el orzuelo, el alzapié, el anzuelo con garbanzo o la caza a la mancada de los pollos. Ya con escopeta los métodos de caza de la avutarda fueron el rececho desde un carro o caballería y mediante el ojeo, técnica esta que pudo tener un gran impacto sobre sus poblaciones
Fuentes:
– Garrido, J. L., (Abril de 2016). Concentración de avutardas. FEDERCAZA
– Cano Sánchez, J. L. (Septiembre 2018 – 3): La caza de la avutarda en aeroplano. Boletín del Servicio Filatélico de Correos, nº 53